Con un historial cargado de declaraciones explosivas y propuestas abiertamente contrarias al orden constitucional, el pastor evangélico Alfredo Saade fue nombrado este miércoles como nuevo jefe de gabinete del presidente Gustavo Petro. El anuncio cayó como una bomba en el escenario político nacional, pues se trata del mismo dirigente que ha pedido públicamente el cierre del Congreso, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y la reelección presidencial.
La decisión, que fue oficializada a través del portal de Presidencia, reaviva las alertas sobre un posible viraje autoritario en el gobierno de Petro, en medio de un contexto institucional ya bastante convulsionado por su insistencia en impulsar una consulta popular vía decreto, desconociendo la negativa del Senado.
Saade, quien fue una de las figuras más ruidosas en los cabildos populares convocados por el oficialismo tras el naufragio de la reforma laboral, no es ajeno a la controversia. En mayo pasado, desde la misma tarima donde luego hablaría el presidente, pidió a viva voz cerrar el Congreso de la República y dio su bendición a una eventual reelección de Petro. “El pueblo está listo para respaldarlo”, dijo entonces. Hoy, ese mismo hombre tendrá bajo su control la coordinación de todos los ministros del gabinete.
La pregunta es inevitable: ¿puede alguien que propone desmantelar el Congreso ser el articulador político de un gobierno democrático?
Aunque el presidente Petro se desmarcó públicamente de los comentarios de Saade en su momento, su nombramiento envía un mensaje político inquietante. No se trata de una figura técnica ni neutral, sino de un activista con profundas convicciones ideológicas y religiosas, que ha usado la tribuna pública para cuestionar los fundamentos mismos del sistema democrático.
El nombramiento fue rápidamente criticado por amplios sectores políticos. Desde la oposición, el senador Miguel Uribe advirtió que “la llegada de Saade al gabinete no es un accidente, es una señal”. Agregó que “estamos ante una estrategia deliberada para erosionar el Estado de Derecho desde adentro, usando la institucionalidad para destruirla”.
Incluso voces moderadas del espectro político mostraron preocupación. El exmagistrado Humberto Sierra Porto afirmó que “poner a Saade en un cargo de esa magnitud institucionaliza el populismo religioso como política de Estado. Es profundamente peligroso”.
Saade, por su parte, respondió con un tono conciliador en redes sociales, aunque sin retractarse de sus propuestas previas: “Gracias presidente Gustavo Petro por su confianza. A Dios todo honor y toda gloria. A mis detractores los invito a tomar café, el país nos necesita para que el amor venza al odio”.
Más allá de las palabras, la preocupación crece: ¿será el jefe de gabinete un operador técnico del gobierno o un alfil ideológico dispuesto a empujar al país hacia una ruptura institucional? Mientras tanto, desde sectores críticos ya se advierte que el ingreso de Alfredo Saade al círculo más íntimo del poder no es solo una jugada política: podría ser el primer paso hacia un rediseño del régimen democrático en Colombia.
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