El equilibrio entre la oferta y la demanda de energía en Colombia está bajo presión debido al rezago en la entrada de nuevos proyectos de generación y al aumento sostenido del consumo. En los últimos cinco años, el país ha incorporado menos capacidad energética de la planeada, lo que podría generar un déficit crítico en los próximos años.
Según XM, en 2024 solo se puso en marcha el 22 % de la energía que se tenía prevista para ampliar la oferta, mientras que en 2023 la cifra fue aún menor, alcanzando apenas el 17 %. Este retraso ha agravado la situación, ya que la demanda sigue en ascenso. En 2024, el consumo total del Sistema Interconectado Nacional fue de 82.121 GWh, un 2,7 % más que en 2023.
Las proyecciones indican que el balance de energía firme (aquella que puede generarse de manera constante, incluso en condiciones extremas como sequías) disminuirá al 1,4 % en 2026 y caerá a un preocupante 0,2 % en 2027. En el peor escenario, Colombia podría enfrentar un déficit del 3,1 % en 2028, o incluso antes, a partir de 2025.
Uno de los principales obstáculos es la demora en la obtención de licencias ambientales y permisos de conexión. Casos como el del proyecto de transmisión Colectora, en La Guajira, que tardó más de cinco años en obtener su licencia, han impedido el aprovechamiento de fuentes renovables como la energía eólica y solar.
A esto se suman conflictos sociales, inseguridad en las zonas donde se desarrollan los proyectos y la falta de coordinación gubernamental en procesos como las consultas previas con comunidades. Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, señala que estas dificultades “paralizan proyectos clave y generan incertidumbre entre los inversionistas”.
Otro factor de incertidumbre es la falta de claridad en las políticas del Gobierno frente a la transición energética. Natalia Gutiérrez, presidenta de Acolgén, advierte que sin reglas claras y estables, los inversionistas seguirán retirándose del país. “Hemos visto empresas que apostaron por proyectos eólicos y que ahora los han suspendido o puesto en venta”, aseguró.
Por su parte, Camilo Marulanda, presidente de Isagen, plantea que la solución no está en intervenir el mercado, sino en incentivar la construcción de nuevos proyectos. “Si no hay incentivos, los inversionistas dudarán en poner su dinero en Colombia, lo que agravará la crisis de oferta”, explica.
Colombia ha avanzado en la incorporación de energía solar y eólica, pero su matriz sigue dependiendo en un 61,5 % de la generación hidroeléctrica. Si bien las fuentes renovables son clave para el futuro, su intermitencia hace que la estabilidad del sistema aún dependa de hidroeléctricas y plantas térmicas.
Marulanda destaca que la energía térmica es crucial para respaldar el suministro, especialmente en épocas de sequía. “Las condiciones climáticas extremas exigen una transición energética equilibrada, en la que las hidroeléctricas y térmicas sigan siendo el soporte del sistema”, afirma.
Expertos coinciden en que se requiere una estrategia integral que incluya:
Desde el sector energético ven con expectativa la llegada del nuevo ministro de Minas y Energía, Edwin Palma, con la esperanza de que su gestión ayude a destrabar los proyectos necesarios para garantizar la seguridad energética del país en los próximos años.
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