El gobierno de Gustavo Petro atraviesa una de sus mayores crisis internas tras la solicitud de renuncias protocolarias a ministros y directores de entidades.
Las primeras cabezas que rodarían son las de la vicepresidenta Francia Márquez (como ministra de la Igualdad), el ministro de Minas, Andrés Camacho, y el director del DNP, Alexander López, todos ellos críticos del manejo del Ejecutivo y, en especial, de la controvertida presencia de Armando Benedetti en el Gobierno.
La salida de Márquez del Ministerio de Igualdad es un golpe simbólico a la relación entre el mandatario y su fórmula vicepresidencial. Aunque continuará en la Vicepresidencia, su distanciamiento con Petro es evidente. Desde hace meses, Márquez ha expresado diferencias con el rumbo del Gobierno, y su postura en el reciente consejo de ministros dejó claro que su confianza en el Ejecutivo está en crisis.
Fuentes cercanas a Palacio aseguran que la salida de Márquez es una maniobra para disminuir su influencia en el gabinete y, en el fondo, un intento por reacomodar las fuerzas dentro del oficialismo de cara a la segunda mitad del mandato.
El nombre de Armando Benedetti se ha convertido en el detonante de esta fractura. La molestia por su regreso al Ejecutivo ha sido el principal argumento de varios funcionarios para apartarse del Gobierno, con Márquez y López entre los más críticos. ¿Por qué Petro insiste en mantener a Benedetti pese al rechazo dentro de su propio equipo?
Incluso la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, dejó ver su incomodidad con la llegada del polémico exembajador de Venezuela. En el consejo de ministros, con voz entrecortada, lanzó una frase lapidaria: “Como mujer, no me puedo sentar a esta mesa de gabinete con Armando Benedetti”.
La división en el gabinete es evidente, y los cambios anunciados podrían ser solo el inicio de una purga aún mayor dentro del círculo de confianza de Petro.
El presidente no solo enfrenta el desgaste político de su administración, sino también una creciente frustración por el incumplimiento de sus promesas de campaña. En el reciente consejo de ministros, Petro expresó su vergüenza por los bajos niveles de cumplimiento, señalando que de 195 compromisos adquiridos, 146 siguen pendientes.
Ante este panorama, el mensaje del presidente fue claro: quienes no ejecuten su programa no tienen cabida en el Gobierno. Sin embargo, los cambios en su equipo no parecen responder solo a la eficiencia, sino a una lucha de poder dentro de su administración.
El «revolcón» en el gabinete está en marcha, pero la gran pregunta es: ¿será suficiente para enderezar el rumbo de un Gobierno que se tambalea o es la señal de un colapso inminente?
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