El primer vuelo con colombianos deportados desde Estados Unidos aterrizó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, trayendo consigo a 210 personas que compartieron desgarradoras historias sobre las adversidades que enfrentaron durante su estadía en el país norteamericano y su posterior deportación.
Entre los pasajeros se encontraban 22 niños, lo que subraya la vulnerabilidad de estas familias en medio de un complejo contexto migratorio. El regreso de estos connacionales se produce en un momento de tensiones diplomáticas entre los gobiernos de Donald Trump y Gustavo Petro, marcando un nuevo capítulo en la gestión migratoria entre ambos países.
Carlos, un barranquillero deportado en el vuelo, describió las condiciones precarias y los malos tratos que vivió junto a su familia:
«Horrible, cogieron a mi hijo y lo esposaron. Nos daban comida dañada, les tiraban la comida al piso. Nos dejaron dos días en Texas sin explicaciones y luego nos trasladaron a una base militar. Allí, por primera vez, pudimos bañarnos y recibir ropa, pero nos robaron nuestras pertenencias personales.»
Carlos también expresó el miedo que enfrentó durante su paso por México antes de llegar a EE.UU.: «No es el sueño americano, es la pesadilla americana. En México sentí miedo porque llegar allá es como ser una mina de oro: lo secuestran a uno.»
Estos testimonios evidencian las difíciles circunstancias que enfrentan los migrantes durante su travesía y el trato recibido tras ser detenidos en Estados Unidos.
A su llegada, las autoridades colombianas llevaron a cabo una verificación exhaustiva de antecedentes judiciales y migratorios de los deportados. Según Martha Hernández, directora de Migración Colombia, ninguno de los pasajeros presentaba antecedentes penales ni órdenes de captura, lo que confirma que las deportaciones respondieron exclusivamente a razones migratorias.
Hernández también aseguró que los deportados llegaron sin esposas y en buenas condiciones de salud. Las autoridades han reiterado su compromiso de brindar apoyo a estas personas, especialmente a los menores que viajaron en el vuelo.
La llegada de este primer grupo de deportados ocurre en un momento de creciente tensión entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia. Las recientes declaraciones cruzadas entre Trump y Petro reflejan las dificultades en las relaciones bilaterales, especialmente en torno a la gestión migratoria.
Un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores comentó: «Sueñan con llegar a Estados Unidos para cambiar sus vidas, pero a menudo terminan encontrando un escenario lleno de obstáculos y decepciones.»
Este episodio subraya la necesidad de fortalecer las políticas de apoyo a los migrantes y sus familias, al tiempo que invita a reflexionar sobre los riesgos y sacrificios asociados a la búsqueda del llamado «sueño americano».
El gobierno colombiano anunció que se establecerán medidas para garantizar una reintegración digna de los deportados y apoyo psicosocial para las familias afectadas. Además, reiteraron la importancia de informar a los ciudadanos sobre los peligros de la migración irregular y de trabajar en políticas conjuntas con Estados Unidos para abordar las causas subyacentes de la migración.
La llegada de estos 210 colombianos es un recordatorio de las duras realidades que enfrentan quienes buscan mejores oportunidades en el extranjero, y del desafío que implica para las naciones gestionar estos flujos migratorios de manera humanitaria y responsable.
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